viernes, 12 de febrero de 2010

LOS ESPIRITUS DE RAZA Y LA NUEVA RAZA - en you tube -


CARTA Nº 59
Octubre de 1915

LOS ESPÍRITUS DE RAZA Y LA NUEVA RAZA


Siendo muy respetable el número de estudiantes que no están subscritos a la revista, en la que se publica actualmente un articulo muy importante sobre el lado ocultista de la guerra, creo de interés general dedicar esta carta mensual a resumir los hechos, seguro de beneficiar así tanto a unos como a otros, ya que no intentaré copiar, sino hacer consideraciones improvisadas con lo que resultará la indicación de puntos nuevos.
Usted recordará cómo cada una de las naciones interesadas en este triste negocio ha procurado declinar la responsabilidad, desde el mismo principio. En cierto aspecto tienen razón, porque si bien todas ellas han sido culpables de orgullo de corazón y, como David cuando nombró a Israel, han confiado enteramente en la multitud de sus guerreros, buques y armamentos, ninguna guerra puede declararse sin que sea permitida por los Espíritus de Raza. El Espíritu de Raza guía a sus protegidos por el sendero de la evolución y, como Jehová, por ellos pelea o permite que otras nacionales les conquisten cuando cree que es necesario obrar así para enseñarles las lecciones que su. avance requiere.
Cuando se le ve con la visión espiritual, el Espíritu. de Raza aparece como un nube cobijando su, nación y de este modo lo aspiran por sus pulmones los habitantes con cada una de sus inhalaciones. En él estos habitantes viven, se mueven y tienen sus seres, real y verdaderamente. Por medio de este proceso quedan imbuidos del sentimiento nacionalista que llamamos (“patriotismo", el cual incita tan poderosamente en tiempos de guerra, que todos se sienten dominados hasta cierto grado y están dispuestos a sacrificarlo todo por su patria. América carece todavía de Espíritu de Raza. Es el crisol donde diferentes naciones se han amalgamado para extraer la simiente de una raza nueva; por consiguiente, es imposible levantar un mismo sentimiento universal que haría mover a todos sus habitantes en una misma dirección como a un solo hombre respecto a cualquier punto. No obstante, comienza a aparecer esta nueva raza. Puede reconocerse por sus largos brazos y miembros, su cuerpo flexible, su cabeza larga, pero un tanto estrecha, coronilla alta y frente casi rectangular. Dentro de pocas generaciones es de esperar que un Arcángel la tomará bajo su protección para darla unidad. Esto último requerirá también generaciones, pues por más que los matrimonios internacionales desvanezcan poco a poco los rasgos originariamente estampados en las viejas razas, éstos son efectivos todavía y las relaciones familiares de América con Europa pueden trazarse en la Memoria de la Naturaleza que se halla en el Éter Reflector. Hasta que esta huella haya sido totalmente extinguida no habrá quedado enteramente roto el lazo con el país ancestral y las colonias de italianos, escoceses, alemanes, ingleses, etc., subsistentes todavía en distintas partes de este país, retrasan la evolución de la raza nueva.
Probablemente llegará la Edad Acuaria sin haber desaparecido del todo esta condición y antes de que la raza americana haya quedado establecida completamente. Si miramos hacia los acontecimientos de los últimos sesenta o setenta años, nos será evidente que ésta ha sido una época de escepticismo, duda y critica de los asuntos religiosos. Las iglesias se han visto cada día más vacías y la gente se ha dedicado a la persecución del placer abandonando la adoración de Dios. Tal tendencia estaba en su auge al estallar la guerra en Europa y lo sigue estando en algunas ciudades y centros científicos de América. Como resultado de esta general actitud de pensamiento alimentada por los Hermanos de las Sombras con el permiso de los Espíritus de Raza, así Como legendariamente fue tentado Job por Satanás, una catarata espiritual ha cubierto los ojos del mundo Occidental y que debe ser extirpada antes de que pueda proseguir la evolución. La manera de lograrlo, será el tema de la carta siguiente.

del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel


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