LA FE Y UNA ACTITUD OPTIMISTA
Supóngase que una persona muy allegada a usted fuese a sufrir una operación quirúrgica. Naturalmente, usted estaría muy preocupado y sus sentimientos, probablemente, saltarían del miedo a la esperanza. Algunas veces una emoción y otras veces otra habría de predominar. Pero considere cuál sería el efecto que producirían al paciente si usted cada vez que fuese a comunicarle sus dudas y anhelos, sus consuelos y alegrías a cada momento. El miedo causa siempre un efecto enervador y detrimental que es muy difícil para el paciente vencerlo, especialmente durante una enfermedad cuando somos más negativos y estamos más indefensos que cuando nuestra salud es buena y robusta. De este modo a la vez que estaba usted ansioso de ayudarle realmente y haría cualquier coso que estuviera en su poder para servirle, por su actitud mental y la expresión de semejantes pensamientos, le causaría realmente grandes inconvenientes y perjuicios.
Una cosa parecida ocurre en el mundo en general en estos momentos. La raza humana se está preparando para sufrir una operación de una catarata espiritual. El dolor y el sufrimiento ocasionado por la guerra actual está produciendo la caída de la venda del materialismo de nuestros ojos y rompiendo el velo que nos separe de aquellos de la tierra de los muertos que viven. La operación es en extremo dolorosa. Seguramente no hay un ser humano en el mundo capaz de sentir humanitariamente, que no esté sufriendo en cierto sentido por y con aquellos que están mezclados en la lucha. Pero si nosotros estamos plenamente convencidos de que los “pensamientos son cosas”, es un
deber sagrado que tenemos el mantener la actitud más optimista que nos sea posible conseguir en los momentos presentes.
No tengo la menor duda de que todo estudiante de la Fraternidad Rosacruz está haciendo cuanto le es posible y facilitando cuanto esté a su alcance para aliviar el sufrimiento y el dolor que existe en las naciones afectadas directamente, pero es la actitud mental optimista la más importante de todas y la más difícil para muchos de cultivar y conservar. De todos modos, es nuestro deber el obrar así, especialmente a la luz de nuestro conocimiento superior de este fin en perspectiva, el cuál seguramente será alcanzado. Es natural que nosotros no estemos contentos de que esta catástrofe nos toque tan de cerca, pero, sin embargo, podemos sentir agradecimiento hacia ella, porque en definitiva acarreará un gran bien al mundo con la misma seguridad que el Sol sale por la mañana para ponerse por la noche.
Nosotros tenemos una fe absoluta en la sabiduría y omnipotencia divinas. Nosotros sabemos que es una acusación falsa el decir que “la naturaleza es sangrienta en cuerpo y en espíritu”, como alguno ha afirmado. A pesar de lo que pueda parecer a nuestra limitada visión, la benevolencia es el factor predominante en la evolución del mundo.
Por lo tanto, todos y cada uno de nosotros debemos ser consecuentes con las obligaciones sagradas de nuestras creencias y esforzarnos para mantener siempre una actitud optimista y exteriorizar siempre nuestra firme fe en el bien final que será el resultado de las condiciones actuales. Tengamos en cuenta que mientras trabajamos al compás de la evolución es como llevar un bote a favor de la corriente y nuestros esfuerzos tendrán un efecto mayor de este modo, que si mantuviésemos una actitud mental contraria al bien del mundo.
NOTA: La carta correspondiente al mes de Noviembre de 1918 estaba dedicada a asuntos administrativos en relación con nuestras publicaciones y, por lo tanto, no se incluye aquí.
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