viernes, 12 de febrero de 2010

AJUSTEMOS LAS ENSEÑANZAS A LA COMPRENSION DE LOS DEMÁS - en you tube -

CARTA Nº 80
Julio de 1917

AJUSTEMOS LAS ENSEÑANZAS A LA
COMPRENSIÓN DE LOS DEMÁS

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Recientemente nos llegó una carta de Seattle que ofrece una buena sugestión para ser utilizada. Nos escribe un amigo: "Penetré uno de estos días en la biblioteca de la ciudad de Ballard y pedí el Concepto Rosacruz del Cosmos. Antes de marcharme busqué las páginas de la tabla de alimentos y se las enseñé a la señorita bibliotecaria. Al enseñarla la tabla dije: "He aquí una tabla de alimentos valiosa." Ella, después de examinarla, contestó: "¡Cuántas veces me han pedido una tabla como ésta!" Entonces se me ocurrió que otros estudiantes que penetrasen en otras bibliotecas pidiendo el "Cosmos" podrían hacer lo mismo que yo hice., El bibliotecario clasificaría entonces el libro como conteniendo materias sobre la salud. y los alimentos, y de esta manera llegaría a las manos de algunos que buscan con afán la luz que contiene."

Esto es realmente cierto en una extensión mucho mayor de la que comúnmente podríamos suponer.

Maravillosos son los caminos, los medios y los lugares en que la Luz nos llega, no solamente aunque no la busquemos conscientemente, sino cuando afirmamos que ninguna luz ni cosa que se le parezca, en sentido espiritual, existe y aún tachamos de farsantes a aquellos que la siguen.

Para mí ha sido a menudo una inspiración y un manantial de estímulo pensar en el viaje de Pablo a Damasco. Era un hombre que se envanecía del celo con que perseguía a los santos. Nadie más diligente que él en derribar lo que creía una condenable herejía. Pero las almas fuertes son las queridas de los dioses, tanto si laboran para el bien como para el mal, porque aquella energía indomable, irresistible, que las empuja a la acción, aunque usada temporalmente para malos propósitos, serán igualmente fuertes y poderosos al dirigirse por las avenidas del bien. Pablo era, así, un favorito especial de los dioses y recibió, por consiguiente, una luz tan poderosa que le dejó ciego precisamente cuando la iba buscando, es decir, durante su camino a Damasco. Entonces le fueron dados una comprensión y un conocimiento superiores en mucho a los de cualquier otro apóstol. Se le escogió para una misión especial y se le hizo el don particular de la visión espiritual y de la habilidad de ser todas las cosas para todos los hombres.

Con harta frecuencia se quejan nuestros estudiantes de que no pueden hacer comprender las enseñanzas Rosacruces a sus allegados o parientes. Una demostración fácil de comprender se me ocurrió el otro día mirando la caja de herramientas de Mount Eclessia.

En ella había un buen número de llaves inglesas, grandes algunas, más pequeñas otras, apropiada cada una para ajustarse a un tornillo o tuerca determinada; había unas cuantas, también, que podían ajustarse a varias medidas. Se me ocurrió entonces al ver estas últimas que una llave de esta clase muy pequeña puede ser, algunas veces, de mucha más utilidad que otra de mayores dimensiones; todo depende de la medida de la tuerca. Para una tuerca pequeña se necesita una llave pequeña y una grande para una tuerca grande también.

De igual modo, al encontrarnos en el mundo con otros individuos, debemos medirles atentamente y ver lo que requieren. Muchos de nosotros han estudiado a fondo las enseñanzas de los Misterios y han adquirido un profundo conocimiento de estas materias. Podemos compararnos a las llaves inglesas grandes perfectamente inútiles para dar vuelta a los tornillos pequeños, es decir, a los ignorantes que no han experimentado en lo más mínimo, este conocimiento. En tales casos no debemos lanzar al viento nuestro profundo conocimiento, hablando por encima de las cabezas del auditorio, sino que debemos procurar de descender a su nivel y explicar las cosas de la misma manera elemental como nos fueron explicadas al principio a nosotros.

En otras palabras, debemos ser ajustables, como algunas de las llaves de la caja de herramientas. Al enfrentarnos con un auditorio de extraños debemos descender completamente a su nivel y usar el más simple lenguaje posible. Por el contrario, al encontrarnos con estudiantes más antiguos, en una clase con alumnos capaces de abarcar los más profundos problemas, podemos extendernos todo lo que nuestra habilidad nos permita, con considerable provecho y beneficio para nosotros mismos y para todos los que nos escuchen.

Mas por encima de todo, debemos aprender, como Pablo, a ser todas las cosas para todos los hombres, si no queremos perder el objetivo que perseguimos, es decir, el llevar la luz a las almas que la buscan.


del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel

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