Mayo de 1918
Un estudiante que confesó que el continúa adicto a la dieta de carne en cierto sentido, ha tenido en ocasiones un anhelo de hablar a los otros de las enseñanzas Rosacruces, pero siempre se ha creído que él era un hipócrita cuando abogaba por el vegetarianismo, y pregunta como puede vencer este hábito y si debe aplazar el predicar a los demás hasta
que haya conseguido tal dominio.
Esta consulta tiene un interés general, pues aunque los estudiantes de las enseñanzas Rosacruces son sinceros y consecuentes tienen las misma imperfecciones que todos los demás seres humanos, pues de lo contrario no estarían aquí, y por esta razón una carta que toque esta materia puede ser provechosa para muchos.
No se necesita ningún argumento para demostrar que no es probable que uno tenga éxito si discursea de espiritualismo delante de una copa de aguardiente, ni el abogar por una vida inofensiva mientras estamos comiendo un filete. Además, aquellos que conocen nuestras costumbres en la vida cotidiana, están dispuestos a notar la diferencia que va entre lo que decimos y lo que hacemos. Por lo tanto, lo mejor es el poder vivir las enseñanzas que profesamos antes de pretender convertir a los demás. Al mismo tiempo es una palabra muy dura la de hipócrita, porque uno abogue por un ideal el cual no haya sido capaz de alcanzar. En tanto que uno crea sinceramente que la dieta exenta de carnes es buena a intentar el vivir de acuerdo con lo que cree, la tal persona está justificada en predicarlo así, aunque ella ocasionalmente infrinja la regla. La estrella polar guía al marinero seguramente a su puerto de descanso, aunque nunca la alcanza. De igual modo, si nosotros ponemos nuestros ideales a la altura de las estrellas, podemos no alcanzarlos en esta vida, pero sin duda alguna, será mejor para nosotros el tenerlos y
anhelarlos.
Por otra parte, se puede conseguir con un poco de voluntad el dominar fácilmente el use del tabaco, del alcohol y del alimento carneo. Seguramente el pensamiento del sufrimiento que se causa a los pobres animales en los trenes, camino del matadero y la agonía que precede al momento en el que la cuchilla termina con su vida, o el cuchillo penetra en su garganta, inducirá a muchos de los que aspiran a la vida superior a dejar tal hábito y les llenará de compasión por estas pobres criaturas que por falta de habla no se pueden defender. Por razones semejantes el uso de pieles y plumas como ornamento debe ser evitado por la parte del bello sexo de nuestras filas. Es igualmente inconsistente y sin duda producirá comentarios desfavorables si cualquiera predicara el evangelio de una vida inofensiva ataviada de ese modo.
Desgraciadamente, la vida compleja de nuestra civilización nos fuerza al uso de pieles para muchas cosas, debido a la razón de que no hay otro material propio en el mercado para su reemplazo; por ejemplo, zapatos, etc. Pero, sin embargo, debemos hacer cuanto nos sea posible para evitar el uso de cualquiera cosa que provenga del cuerpo de un animal que requiera su muerte. Una de las mayores bendiciones de la guerra actual es la de que el hombre está viendo que la carne no es un alimento indispensable y que vivimos mucho mejor sin tomar alcohol. Tengamos la seguridad de que este es el principio del fin y que el hombre cesará muy pronto en cebar o cazar animales por su carne o su piel. Mientras tanto, demos el ejemplo nosotros y pongamos toda nuestra fuerza de voluntad para conseguirlo.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario