sábado, 13 de febrero de 2010

EL VOTO FEMENINO Y SU IGUALDAD MORAL


CARTA Nº43
Junio de 1914

EL VOTO FEMENINO Y SU IGUALDAD
MORAL

De la carta del mes pasado saltará la evidencia, por extraño que ello parezca, que la ópera Tannhauser es la cruzada legendaria de lo que ahora viene discutiéndose tanto, es decir, el voto de la mujer, del cual oímos hablar tanto en los tiempos modernos. También es evidente, como allí dijimos, que lo igual produce semejante, y una mujer que es tímida y miedosa, que ha sido llevada a la fuerza al matrimonio de manera brutal, quien se ve así misma manumitida como si fuera una bestia más, ni libre para exteriorizar sus ideas y sentimientos, no puede producir una sucesión noble, fuerte y sin miedo, unos hijos con el coraje suficiente para adherirse a sus ideales. Así, pues, tanto tiempo como sostengamos a la mujer en esta limitación, negándole su lugar en el mundo como auxiliar cooperadora y compañera del hombre, tanto tiempo retardaremos el desenvolvimiento de la raza y el nuestro. Esta es la razón esotérica por la cual debe haber entre los dos sexos una igualdad absoluta.
Si el hombre comprendiese y concibiera totalmente la idea de que nacemos en cuerpos alternos, bien pronto accedería a las peticiones de la mujer, si no por otra razón por la egoísta razón de que en su vida venidera aquellos que ahora están ocupando un cuerpo masculino, tendrán que poseer un vehículo físico femenino y tendrán que vivir bajo las condiciones que ahora ellos creen. De este modo los hombres que niegan ahora los justos privilegios que pide la mujer, tendrán que trabajar algún día bajo estas condiciones, mientras que aquel sexo que ahora está revestido con un cuerpo femenino disfrutará los mismos privilegios que ahora pide sin tener necesidad de luchar por ellos, pero en la forma que el autor ve este asunto no es meramente el privilegio de votar el de mayor importancia, sino el de la igualdad moral que la mujer debe poseer y al que ciertamente tiene tan perfecto derecho divino como el hombre.
Un punto expuesto en Tannhauser debe, especialmente, llamar la atención de aquellos que anhelan vivir la vida superior, y es el de que Tannhauser se ve acusado por sus amigos estrictamente por sus pecados al enterarse de ellos como después lo es por la misma Iglesia. No hay un patrón doble de moralidad en la naturaleza. El pecado es pecado para cualquiera que lo cometa, y aún más, pues: a aquel que mucho se le dé, mucho se le pedirá.
Por lo tanto las personas que han llegado a un estado elevado de iluminación deben, sobre todo, aprender a vivir una vida pura y honesta en armonía con sus ideales. Si, por la iluminación, nos elevamos por encima de la ley, no empleemos, como dice Pablo, nuestra libertad como ocasión de satisfacer la carne. La doctrina de las "almas gemelas" y de las "afinidades" ha hundido muchas vidas, que si no hubiera sido por ellas habrían sido coronadas con gran desarrollo del alma.
Lo que la sombra es a la luz, lo que el "demonio" es a Dios, eso es precisamente lo que la lujuria es al amor.
El amor es divino, una camaradería de las almas libres. La lujuria es diabólica y el transgresor es un esclavo del pecado; no importa que el ultraje haya sido legalizado por el Estado y bendecida por la Iglesia.
Así, pues, esforcémonos para luchar para amarnos los unos a los otros como espíritus, antes bien que satisfacer nuestras pasiones carnales.

del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel


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