Febrero de 1915
AMOR, SABIDURÍA Y CONOCIMIENTO
Con este mes comenzamos una serie de lecciones sobre: "El velo del Destino. Cómo se teje y desteje" y confiamos que las mismas serán muy provechosas para sus estudios y para su existencia. Aunque las lecciones son analíticas y técnicas en algunos aspectos, el sujeto ha de ser abordado con un espíritu de la más profunda devoción, sin perder de vista el propósito más esencial de la vida.
Probablemente sabrá usted que la palabra "filosofía se compone de dos voces que significan "amor de la sabiduría". Muchos se figuran que "amor de la sabiduría", en este sentido, es sinónimo de "deseo de conocer", pero una lección reciente nos ha mostrado la vasta diferencia que media entre "conocimiento" y "sabiduría". Sabiduría implica amor antes, después y siempre, mientras que el "conocimiento" puede aplicarse a los peores propósitos imaginables. De hecho, el verdadero esotérico que se inspira en una devoción ferviente en el estudio y el trabajo en la vida, es demasiado modesto para aceptar el titulo de filósofo, pues para él significa aún más al volverlo del revés y lo llama: "Sabiduría del amor" en lugar de "Amor de la sabiduría." Una ligera consideración esclarecerá pronto este punto. El sujeto escogido para las próximas lecciones es uno de los más íntimos y santos que se puedan elegir, por lo que fácilmente se colegirá que es necesario abordarla con este espíritu de “sabiduría del amor", en este amor que encierra la real y completa concepción de lo que la verdadera filosofía es y significa.
Roberto Burns dijo una vez: "¡Oh! ¡Qué poder nos hiciera la merced de poder vernos a nosotros mismos como los demás nos ven!"
Pero me temo que aquel poder seria una amarga posesión aunque parezca deseable pensándolo superficialmente. Todos y cada uno de nosotros estamos plagados de defectos. Hay instantes en que representamos un triste papel en el escenario del mundo. Algunas veces parecemos arrojados a la deriva, sin objeto alguno, de aquí para allá, por el timón del Destino al par que otros que no pueden ver la viga en su propio ojo nos critican amargamente y nos ponen en ridículo. Si nos viésemos con sus ojos perderíamos aquel esencialísmo atributo, nuestro propio respeto y temeríamos encaramos con nuestros semejantes.
Cuando comprendemos que esto es así (y no es posible que no nos convenzamos de ello a poco que se medite) entonces podríamos con provecho considerarlo por el lado opuesto, volver la oración por pasiva y comprender que nosotros, al criticar agudamente los más mínimos defectos de los demás, adoptamos una actitud muy poco fraternal, antifilosófica y desprovista de la "sabiduría del amor". Es el propósito de las próximas lecciones darnos una idea de lo que ha causado en el pasado alguna de las cosas que más criticamos en los otros, con el objeto de que podamos evitar personalmente parecidos errores; su propósito
es también que practiquemos aquella caridad cristiana, real y verdadera, que no se envanece ni se engríe, que no busca lo suyo ni se regocija con el mal, sino con la verdad, como Pablo la describe en aquel hermosísimo capitulo 13º de la 1º Epístola a los corintios.
Yo confío que usted acogerá estas lecciones con un tal espíritu y que le serán perdurablemente beneficiosas.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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